“La violencia contra las mujeres es una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre los hombres y las mujeres” (Estudio a fondo sobre todas las formas de violencia contra las mujeres. Informe del Secretario General, 2006).
La violencia contra las mujeres tiene dos componentes básicos:
- Relaciones asimétricas y jerárquicas entre hombres y mujeres
- Abuso de poder
Existen herramientas para abordar la violencia que todos los días sufren las mujeres chilenas. Desde la normativa interna partiendo por la Constitución Política hasta las reforzadas políticas públicas con la creación del Servicio Nacional de la Mujer y la equidad de Género, nuestro país cuenta con los medios para perseguir y sancionar a quienes agredan a una mujer. Qué pasa entonces? Porqué siguen apareciendo Nabilas y Valentinas, que mueven las redes sociales y sobrecogen con sus testimonios?
Difícil resulta erradicar patrones sociales, culturales e históricos que instalan y justifican la desigualdad, discriminación y subordinación de la mujer, situándola en una posición de inferioridad y dependencia respecto a los hombres, tanto económica, social, cultural y emocionalmente.
Es posible evidenciar estereotipos que se esconden en una aparente “normalidad” o “naturalidad” y que sólo justifican la violencia: hemos leído en estos días a partir de la denuncia en RRSS de la ex pareja de un músico nacional, como muchos han “castigado” a la víctima por no denunciar antes; “la culpa es de ella por aguantar”; y mientras, el presunto agresor se defiende diciendo “que ella es loca o trastornada mental ”, “se autoinfringe heridas”; “los hombres enfermos golpean a las mujeres” y yo no lo soy.
Modelos o ideales de mujeres y hombres a seguir como: la mujer virgen; la mujer madre; la mujer puta; la mujer bruja; la celosa; la mujer que provoca; la pobre mujer y por otra parte el hombre macho; el bruto, el proveedor, el exitoso, el provocado.. hacen que sea muy difícil dilucidar qué tipo de personas queremos ser, respetarnos en las diferencias, salir de un circulo tóxico.
Por otra parte, las mujeres que han sufrido o sufren violencia de su pareja no suelen ser conscientes de la gravedad de la situación en que se encuentran. No solo reciben los mensajes de quien ejerce violencia contra ellas, sino del contexto sociocultural e histórico, llevándolas indefectiblemente a pensar que son ellas las responsables o culpables y que se merecen lo que les está pasando.
Más allá de las estadísticas que señalan que una mujer puede demorar siete años en denunciar la violencia y salir del círculo agresivo, es preciso señalar que el contexto social y cultural no acompaña a ninguna mujer para romper su silencio. No basta que exista ley, ni jueces empáticos con esta realidad, es necesario que la sociedad se haga responsable y partícipe de cada hecho agresivo contra una mujer. Pues toda la sociedad es responsable y garante del buen estado de sus miembros.
Conceptos como conciencia de género, empoderamiento, autonomía y conciencia ciudadana, son fundamentales para erradicar la violencia en todas las formas contra la mujer.
El empoderamiento, ya ha sido ensuciado como concepto con resabios machistas, pues para muchos es la facultad que la mujer quiere para ejercer poder o dominación sobre otros, especialmente sobre el hombre. Y ese no es el concepto real, el empoderamiento –como factor protector de la violencia contra las mujeres –trata de que las mujeres aumenten su autoestima, potenciando sus capacidades, valorándose, educándose y en forma informada ejerzan sus derechos.
El empoderar a una mujer no es moda, sino una necesidad en esta sociedad altamente competitiva, exigente y desigual.
Y cuando una mujer “se atreve”, qué pasa?
Lamentablemente muchas veces no pasa nada, o hasta empeora.
Me gustaría decir que denunciar es alentador. Pero la realidad dice lo contrario, a su agresor, deberá sumar la carga del “sistema” que la re victimizará y muy probablemente no la ponga a salvo de lo que motivó su denuncia.
Nuestros Tribunales están sobrecargados, los jueces con poca capacitación y conciencia de la problemática de género; Fiscalía con poca disposición para brindar envergadura a los casos de maltrato habitual que casi en un 100% son desechados sin llegar siquiera a juicio o peor aún, llegando a juicio se absuelve a los maltratadores.
Tristemente una mujer que ha sufrido violencia por su pareja y ha denunciado, no dará como consejo a otra mujer violentada que transite el mismo camino recorrido.
No sólo hay que vencer la vergüenza y el pudor de exponer la debilidad de haber sido maltratada, sino que también es preciso sufrir el escarnio público (porqué aguantaste tanto! Eres tonta? Cómo no te diste cuenta?) y luego vencer al aparato judicial que no está empático ni preparado para dimensionar que este ha de ser uno de los juicios más complejos de llevar adelante.
Quizá si nuestros jueces sólo aplicaran las máximas de la experiencia y los principios de la lógica llegarían a mejores y más justas decisiones.
El maltrato a la mujer es mucho más sutil y sofisticado que dar un golpe en la cara.
En el sistema es más fácil perseguir y castigar al burdo delincuente que deja marcas físicas en su víctima que aquel que hace un daño psicológico soterrado por años. Por lo que muchos tipos de violencia contra las mujeres están absolutamente fuera de la posibilidad de ser castigadas.
Hay mucho camino por recorrer y mucho por avanzar socialmente. Nabila y Valentina han dado alertas a nuestra sociedad, que sigue validando la desigualdad entre hombres y mujeres, manteniéndose inmóvil ante la injusticia evidente de la sobrecarga a nuestras mujeres, dejando roles de privilegio a los hombres, solo por ser tales.
Es preciso hacer conciencia, vencer los estereotipos, movilizar a los actores del sistema en la aplicación de las leyes y tratados internacionales. Hacernos todos juntos cómplices de una buena vida para todos y en especial para las mujeres que deben vivir una vida sin violencia.